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DOMUS GALILAEAE - El 2 de junio de 2021, en el Centro Internacional Domus Galilaeae del Monte de las Bienaventuranzas, el Vicario del Patriarcado Latino de Jerusalén, Mons. Hanna Kildani, presidió la institución de dos nuevos lectores y cuatro nuevos acólitos, así como la admisión a las órdenes de un nuevo candidato.

«Estos ministerios que se os confieren hoy son pasos que estáis dando y que permanecerán con vosotros para siempre. No estáis solos en este camino de formación. En esta maravillosa aventura, como los dos discípulos de Emaús, Cristo camina a vuestro lado, es vuestro verdadero compañero, vuestro verdadero amigo en esta llamada que habéis recibido como los discípulos, en este lago de Galilea». Con estas palabras de ánimo, el obispo Kildani se dirigió a los seis jóvenes que fueron instituidos como ministros de la palabra y del altar y al seminarista que fue admitido a las órdenes sagradas, vistiendo el clergyman por primera vez. En un ambiente vivaz y alegre, la Domus Galilaeae abrió sus puertas para recibir a los invitados que vinieron a mostrar su apoyo a estos jóvenes que poco a poco van dando pasos en su formación hacia el sacerdocio. Entre los invitados que asistieron a la liturgia, estaban varios sacerdotes que sirven en las parroquias del Patriarcado Latino en Tierra Santa, numerosos hermanos y hermanas de las comunidades neocatecumenales de las parroquias greco-católicas de Galilea en las que estos jóvenes están creciendo en su itinerario de formación en la fe, así como la presencia de formadores, profesores, familias en misión y seminaristas que viven en el Seminario y en la Domus.

«En primer lugar, quiero expresar mi más profunda gratitud a los padres, parientes y familias de estos jóvenes, que los han educado con amor, transmitiéndoles la fe cristiana y presentándolos a la iglesia madre de Jerusalén.». Así abrió la celebración Mons. Kildani, saludando a las familias de estos seminaristas que siguieron toda la celebración por internet. De hecho, no pudieron asistir a la celebración en persona, debido a las restricciones vigentes que aún dificultan los viajes a Tierra Santa. 

La celebración comenzó con un cordial saludo del P. Francesco, rector del seminario, que dio la bienvenida al Vicario, agradeciéndole su disponibilidad para venir al seminario con motivo de estos importantes ritos. También dio una cálida bienvenida a los hermanos y hermanas de las distintas comunidades neocatecumenales presentes.

Los nuevos lectores son Giacomo Dainotti y Paolo Felicetti, provenientes de Italia. Los nuevos acólitos son Mauricio Alberto de la Cruz Natera, procedente de Colombia, Samuel Costanzo e Igino Sistilli, de Italia, y Rubén Cabrera Rosique, de España. El seminarista admitido a las órdenes y, que a partir de ahora vestirá el hábito negro, es Daniel Pérez Meroño, proveniente de España.

Las lecturas del día reflejaban la misión y el espíritu de los ministerios que se confieren a los jóvenes. Comentando la primera lectura del libro del Deuteronomio (Dt. 6, 3-9), Mons. Kildani recordó que escuchar auténticamente la Palabra de Dios equivale a obedecerle. «Hay un dicho proverbial que utilizamos en árabe y que suele referirse a algunos niños que son muy obedientes. Cuando vemos a un niño obediente, tendemos a decir que ese niño escucha a sus padres; lo que queremos decir es que el niño obedece meticulosamente a sus padres. Esto se aplica mucho más a la obediencia que mostramos a Dios cuando escuchamos atentamente su voz a través de la liturgia y actuamos conforme a ella».

A continuación, Mons. Kildani, hablando también en nombre de los sacerdotes concelebrantes, explicó a los candidatos que «nosotros, aquí, ante este altar, hemos dado los mismos pasos que vosotros estáis dando ahora, pero ellos no nos han abandonado, ni nosotros a ellos. Desde que los asumimos, han permanecido con nosotros y son parte fundamental de nuestra consagración sacerdotal y de nuestra misión hoy en la Iglesia. Del mismo modo, estos ministerios son pasos que os acompañarán a lo largo de vuestro sacerdocio para ayudaros a cumplir vuestra misión en el mundo».

En cuanto a la segunda lectura (Hechos 2:42-47), el Vicario señaló que la unidad de espíritu y la comunión de bienes eran esenciales para la misión de los apóstoles: «El contacto ferviente con la enseñanza de Cristo y la comunión en la fracción del pan les dio la unidad y la paz de corazón. Por lo tanto, si queréis servir al pueblo de Dios como lectores, vuestra tarea es leer y contemplar las Sagradas Escrituras. En cuanto a vosotros, que respondéis a la llamada de alimentar al pueblo de Dios con Cristo, Pan de Vida, debéis servir en el altar después de haberos alimentado del Cuerpo de Cristo, para darlo a los más necesitados». Al concluir sus palabras de exhortación, Mons. Kildani subrayó cómo el Evangelio (Mc 12,18-27) hace una auténtica invitación a quienes deciden emprender el camino de la consagración al servicio del Señor. En este sentido, destacó que «el Evangelio nos enseña que nuestra consagración, nuestro celibato, es un signo que hace presente el reino de Dios a esta generación», de modo que una vida al servicio del Señor puede ayudarnos a brillar en virtud de su gracia «para ser, según las palabras del Evangelio, como los ángeles del cielo», de modo que «todas nuestras acciones estén impregnadas de su presencia. Para que cuando estéis felices, podáis ser felices como ángeles, y cuando bromeéis, podáis bromear de forma angelical, e incluso cuando estéis enfadados o irritados en vuestra vida comunitaria -todo lo cual ocurre a menudo- podáis hacerlo de forma angelical. En una palabra, podéis actuar con la presencia de Dios dentro de vosotros, al servicio del pueblo, donde Dios quiera enviaros».

Tras la homilía, la celebración continuó con la oración de bendición mediante la cual Daniel Pérez Meroño, con su nuevo hábito negro, fue aceptado formalmente para la formación al sacerdocio. Después de esto, la Biblia fue entregada a los lectores. Al respecto, los ritos de la celebración exhortaban a los nuevos lectores a «contemplar, custodiar y proclamar las Sagradas Escrituras al pueblo de Dios, anunciando su Evangelio por todo el mundo».  En cuanto a los nuevos acólitos, los ritos les instaban a ser «servidores fieles y celosos del banquete eucarístico en el altar del Señor, que no vino a ser servido sino a servir».

Tras la plegaria eucarística y la distribución de la Sagrada Comunión a los presentes, el Vicario dirigió un último saludo a la asamblea, señalando que el Lago de Galilea y el Monte de las Bienaventuranzas son lugares muy queridos para cada uno de nosotros, ya que hacen presente «esa primera llamada a dejar las redes y seguir totalmente a Cristo». Al final de la celebración eucarística, se invitó a todos a un banquete de deliciosos platos árabes, preparados generosamente por los hermanos de las comunidades neocatecumenales. El banquete fue acompañado por un ambiente de alegres canciones tradicionales, interpretadas tanto por los seminaristas como por los invitados.